Antonín Panenka (Praga, 2 de diciembre de 1948), futbolista checoslovaco, ha pasado a la historia del fútbol gracias a su hábil y sorprendente forma de convertir el penalti que dio la victoria a la selección de Checoslovaquia en la final de la Eurocopa de fútbol de 1976 contra la selección de Alemania Federal. El partido final jugado en Belgrado con su correspondiente prórroga había acabado en empate. En la tanda de penaltis, Panenka convirtió el lanzamiento decisivo. Bajo los palos estaba Sepp Maier, legendario portero del Bayern Munich. Panenka se acercó a la pelota y un instante antes de golpear el balón se dio cuenta de que Maier se estiraba hacia el lado izquierdo. El centrocampista checo conectó con la punta de la bota la parte inferior de la pelota que se levantó un par de metros haciendo una vaselina. El balón acabó entrando lentamente por el centro de la portería, sin que el meta alemán, que ya estaba en el suelo, pudiera hacer nada para reaccionar. Panenka, muy seguro de sí mismo, comenzó a levantar los brazos en señal de victoria antes de que la pelota entrara en la portería. Este gol ha pasado a la historia del fútbol hasta el punto de que a un penalti convertido de esta forma se le llama popularmente «penalti estilo Panenka».
A pesar del gran riesgo que lleva el cobrar un tiro de penal con este estilo, varios futbolistas han imitado el estilo de Panenka en competiciones importantes, siendo el más recordado el penal cobrado por Zinedine Zidane en la final del mundial 2006.
Pocas veces en el mundo del fútbol ha quedado reflejada de forma tan fiel la temeridad. Ese instante de locura que te hace jugarte el todo o nada con un farol desesperado con tan sólo una triste pareja. Un salto al vacio sin pensar en los siete pisos de caída libre que te esperan. Antonín Panenka un centrocampista checo escribió el 20 de Junio de 1976 toda una metáfora del fútbol y de la vida.
El escenario, el Crvena Zvezda Stadium, Belgrado, la excusa, la final de la Eurocopa de 1976, el rival la temible Alemania de Beckenbauer, Höness y Muller. Entre los participantes de aquel campeonato algunas selecciones míticas, la “Naranja mecánica” de Cruyff en todo su apogeo, la U.R.S.S del genial Blokhine y una España que con una delantera de lujo formada por Santillana y Quini sería uno de los fiascos del campeonato quedando última de su grupo.
Aquella Eurocopa parecía destinada a ser el segundo asalto del maravilloso duelo iniciado en el 74 entre Cruyff y Beckenbauer. Sin embargo una Checoslovaquia que a priori no contaba en las quinielas acapararía el protagonismo del torneo. Viktor, Ondrus y Masny se convirtieron en la sensación del torneo dejando en el camino con un partidazo para la historia a la todopoderosa Holanda.
En aquel equipo en segunda línea tras la tripleta estelar antes mencionada destacaba Antonin Panenka un centrocampista con buen toque procedente del Bohemia de Praga. Aquel jugador de trascendencia limitada poseía un recurso escondido pero letal. Según contaban era un lanzador de penaltis infalible. Hasta aquella Eurocopa de 1976 no se tenían noticias de que hubiese fallado ninguno. La final transcurrió por los terrenos habituales de aquella apisonadora alemana, un bombardeo constante sobre el portero Víctor que se convirtió en el héroe del partido. Checoslovaquia consiguió ponerse por delante con dos goles de ventaja, que el olfato asesino del eterno Torpedo Muller se encargaría de neutralizar
Muchos aficionados al fútbol consideran las tandas de penalti como un último acto ignominioso donde los contendientes deben dejar en manos del azar lo que no han sabido resolver durante 120 minutos en el terreno de juego. Pocas veces ha habido tanta emoción y épica como en aquella tanda Höness una de las estrellas del combinado alemán y horrible lanzador de penaltis mandaba el cuarto a las nubes. Llegaba el momento de decidir el título para Panenka el ejecutor infalible
Nadie sabe en que momento cruza una idea genial por la mente de un hombre, el instante en que la temeridad ejerce su embrujo. Tal vez en el momento de colocar el balón, quizás durante la carrerilla agónica, incluso puede que el impulso llegue al golpear el balón con el portero ya vencido. Nadie lo sabe, pero la realidad es que Antonin Panenka hizo un medio globo extrañísimo que se coló por el centro de la portería mientras Maier se lanzaba a la izquierda y contemplaba incrédulo el balón besar suavemente las mallas. Checoslovaquia era campeona de Europa
A pesar del gran riesgo que lleva el cobrar un tiro de penal con este estilo, varios futbolistas han imitado el estilo de Panenka en competiciones importantes, siendo el más recordado el penal cobrado por Zinedine Zidane en la final del mundial 2006.
Pocas veces en el mundo del fútbol ha quedado reflejada de forma tan fiel la temeridad. Ese instante de locura que te hace jugarte el todo o nada con un farol desesperado con tan sólo una triste pareja. Un salto al vacio sin pensar en los siete pisos de caída libre que te esperan. Antonín Panenka un centrocampista checo escribió el 20 de Junio de 1976 toda una metáfora del fútbol y de la vida.
El escenario, el Crvena Zvezda Stadium, Belgrado, la excusa, la final de la Eurocopa de 1976, el rival la temible Alemania de Beckenbauer, Höness y Muller. Entre los participantes de aquel campeonato algunas selecciones míticas, la “Naranja mecánica” de Cruyff en todo su apogeo, la U.R.S.S del genial Blokhine y una España que con una delantera de lujo formada por Santillana y Quini sería uno de los fiascos del campeonato quedando última de su grupo.
Aquella Eurocopa parecía destinada a ser el segundo asalto del maravilloso duelo iniciado en el 74 entre Cruyff y Beckenbauer. Sin embargo una Checoslovaquia que a priori no contaba en las quinielas acapararía el protagonismo del torneo. Viktor, Ondrus y Masny se convirtieron en la sensación del torneo dejando en el camino con un partidazo para la historia a la todopoderosa Holanda.
En aquel equipo en segunda línea tras la tripleta estelar antes mencionada destacaba Antonin Panenka un centrocampista con buen toque procedente del Bohemia de Praga. Aquel jugador de trascendencia limitada poseía un recurso escondido pero letal. Según contaban era un lanzador de penaltis infalible. Hasta aquella Eurocopa de 1976 no se tenían noticias de que hubiese fallado ninguno. La final transcurrió por los terrenos habituales de aquella apisonadora alemana, un bombardeo constante sobre el portero Víctor que se convirtió en el héroe del partido. Checoslovaquia consiguió ponerse por delante con dos goles de ventaja, que el olfato asesino del eterno Torpedo Muller se encargaría de neutralizar
Muchos aficionados al fútbol consideran las tandas de penalti como un último acto ignominioso donde los contendientes deben dejar en manos del azar lo que no han sabido resolver durante 120 minutos en el terreno de juego. Pocas veces ha habido tanta emoción y épica como en aquella tanda Höness una de las estrellas del combinado alemán y horrible lanzador de penaltis mandaba el cuarto a las nubes. Llegaba el momento de decidir el título para Panenka el ejecutor infalible
Nadie sabe en que momento cruza una idea genial por la mente de un hombre, el instante en que la temeridad ejerce su embrujo. Tal vez en el momento de colocar el balón, quizás durante la carrerilla agónica, incluso puede que el impulso llegue al golpear el balón con el portero ya vencido. Nadie lo sabe, pero la realidad es que Antonin Panenka hizo un medio globo extrañísimo que se coló por el centro de la portería mientras Maier se lanzaba a la izquierda y contemplaba incrédulo el balón besar suavemente las mallas. Checoslovaquia era campeona de Europa
Panenka permaneció en Moravia de Praga durante cerca de diez años, no cruzaría el rígido telón de acero hasta 1981 para jugar en el Rapid de Viena. Cuentan que convirtió los cuarenta y seis penaltis que intentó a lo largo de toda su carrera. Desde entonces muchos han imitado aquel penalti suicida, Djalminha, Kezman, Henry. El gran Zidane elevaría la dificultad del salto mortal al intentarlo en toda una final de un mundial. Pero a Panenka pertenece el sello de una lección que nos demuestra el placer de caminar por el filo de la navaja y volver victorioso. ¿Después de todo que sería de la vida de los hombres si nunca se atreviesen a inventar algo nuevo?.
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